World of Warcraft ha sido víctima de un éxito sin precedentes, protagonista absoluto de no pocos reportajes sensacionalistas, la herramienta de los medios tradicionales para cubrir huecos informativos a través del morbo. Sí, el típico discurso de la adicción a los videojuegos y la obra de Blizzard han ido de la mano durante muchos años, en parte por una mecánica que invita al jugador a quedarse horas y horas frente a la pantalla.
Nadie habla de que el adicto no es quien más horas pasa a los mandos, sino quien presenta una clara predisposición emocional a ello y busca en tal actividad desfogar sus miedos y frustraciones. Sea como fuere (que nos separamos de los derroteros que nos conciernen) esta vez WoW es centro de atención por razones bien distintas.
La última expansión del juego ha conseguido batir un nuevo record de ventas, consolidando al título como el best-seller por antonomasia del PC. Esto en un día que no ha dejado de arrojar cifras de infarto para otros productos de menor envergadura como Angry Birds, que ha sido descargado ya más de 50 millones de veces y jugado más de 200 millones de minutos al día, con recaudaciones superiores a los 10 millones de dólares.
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